martes, 25 de mayo de 2010

CÓMPRENME UNAS FLORES


4:30 de la mañana,
sonó el despertador,
de un salto mortal,
Anita se levantó.

Debía salir a trabajar,
así que sus flores preparó,
tirándole un beso a su madre,
en su lecho le dejó.

Aparentando alegría,
pero con un corazón sin sinfonía,
al centro de la ciudad llegó,
y sus flores ofreció.

No moleste chiquilla,
güila fea y maloliente,
escuincle tonta y pedigüeña,
muévase del frente de mi tienda.

Enero, febrero, marzo,
un año, dos y tres,
¿me compra una florcita señora?
Ocupo la plata para comer.

Flaca, flaca, flaquecita,
¿cómo no lo iba a estar?
Si pasaban varias semanas,
sin absolutamente nada que probar.

Frío, sol y lluvia,
semana santa y navidad,
¿me compra una florcita señor?
Se lo pido con piedad.

Seis en punto de la tarde,
llegó corriendo al arrabal,
no te mueras mi mami,
que una pastilla te logré comprar.

Después de luchar contra el SIDA,
la vida no dio a más,
Anita quedó huerfanita,
sin motivos para luchar.

¿Me compra una florcita muchacho?
¡Para la novia o su mamá!
Quite mocosa cualquiera,
que tengo que ir a trabajar.

Pasando frente a una escuela,
sintió ganas de estudiar.
Pase mi hijito pa´ dentro,
que la niña lo puede contaminar.

Con apenas nueve primaveras,
Anita se quería superar,
pero sentía que era muy tarde,
para sola recomenzar.

Tirada sobre una acera,
agobiada por muchas fieras,
Anita no pudo más,
emprendió camino tras su mamá

Señoras, señores, muchachas, muchachos,
cómprenme unas flores,
y al panteón váyanmelas a dejar,
por Dios que está en los cielos,
ya no los vuelvo a molestar.

Por:
José Pablo Vásquez Chavarría

1 comentario:

Jackie dijo...

Excelente... me encanta...